viernes

Pesadilla

- ¡Pero si murió hace más de medio siglo! – pensaba Munch para sus adentros.
Se había despertado bañado en sudor, y con un dolor de cabeza increíble.
La misma pesadilla otra vez.
Sabía que no podía ser cierto (aunque el sueño era tan real como para dejarle algunos cortes en los brazos y la espalda).
Reconocía perfectamente a la figura que lo perseguía a través de los pantanos. Lo había conocido a través de sus libros y había profundizado sobre su historia desde hacía muchos años. Podría decirse que lo admiraba.
Pero, ¿qué diablos estaba pasando?
Lo había comentado con su analista y éste lo había atribuido a su gran fascinación por el hombre. Una fascinación que había llevado a su mente a somatizarlo de una manera muy peligrosa, según dijo; agregando que su mejoría sería un proceso largo y hasta doloroso en ocasiones. Una maravilla de optimismo.
Se decidió a comentarlo al grupo de seguidores del hombre al que pertenecía. – alguien, tal vez, haya sufrido de lo mismo y no se anima a expresarlo – pensó. Desechó la idea enseguida. Seguramente lo tildarían de loco.
No podía apartar las imágenes de su mente. Los ojos, el cuchillo.
El reloj marcaba la medianoche. Optó por tratar de conciliar el sueño nuevamente. Y el sueño llegó, pero no solo.
Estaba en una casa, no había ventanas. Algo se movía fuera de ella.
Se había acurrucado en una esquina, petrificado por el miedo.
Pasaron horas, tal vez días.
En algún momento, los sonidos fuera de la casa habían cesado.
Despacio, se incorporó. –Debo despertarme – pensaba.
Recordó un viejo truco que le había enseñado su madre cuando pequeño. En aquella época también soñaba, no recordaba qué, pero tampoco era bueno. ¡Si hasta mojaba la cama de vez en cuando!
- Enfréntalos – había dicho. – Cuando lo hagas, inmediatamente te despertarás.
Aturdido aún, se levantó y avanzó hacia la puerta.
Tomó la perilla y, buscando aire, salió.
Estaba en un cementerio.
Se encomendó, y comenzó a caminar.
Algo se movió detrás suyo. Con las sienes latiendo, giró. (madre, espero que tengas razón)
Parado sobre una tumba estaba Howard. Sonreía, y el cuchillo brillaba en su mano.
Supo que sería la última pesadilla aún antes de que cayera sobre él.

lunes

Gehena

El límite entre el sueño y la realidad se ha tornado difuso. Aunque, mi inclino a pensar que aún sueño. Verán: recuerdo muy bien que era ya entrada la noche; que cerré todas las ventanas y arropé a Nicole y Denise y que me sonrieron.
Me había propuesto leer el viejo libro junto al hogar, aprovechando que Anna había salido. Recuerdo que me senté en el sillón y me puse las gafas. También recuerdo que la cubierta de aquel libro, al tacto, se notaba extraña, conocida.
Supongo que me dormí pensando en ello y soñé la aventura más aterradora de mi vida. En ella, la cubierta del libro comenzaba a latir. Cuando lo miré, descubrí que estaba forrado en piel, ahora temo que de mi misma especie. Me parecía casi sacrílego, herético, desear abrirlo. Ese libro, supongo que el mismo que ahora descansa a mi lado sobre una de sus avejentadas cubiertas negras, tenía un broche de cierre, dorado, el cual mantenía juntas las tapas. No sé por qué la idea vino a mi mente, pero mordí mi pulgar y dejé que las pequeñas gotas cayeran sobre el sello. Mágicamente, el libro se abrió. Mi memoria distingue haber leído sobre extraños pueblos, sobre ritos en altares negros e idólatras paganos de cultos a estrellas y a dioses inescrupulosos. Mi voz, en cambio, recuerda haber mencionado palabras sin sentido. Debe haber sido algo que recité, porque, de repente, todo cambió.
Me encontré parado en la arena, delante de una ciudad, blanca, enorme, inimaginable. El viejo a mi lado me miraba (había en él cierta vaguedad, cierta malicia). Debió notar mi estupor – Esta es Gehena – me dijo – Ya no hay regreso. No tuve tiempo a contestar.
Detrás de nosotros, una multitud nos alcanzó. Al son de flautas y trompetas, llevaban dos niños en andas, y entonaban una triste letanía (Moloc at arem, nost Baal et arim, Tabnit, ¡alos gret Moloc!) Subieron la pirámide principal y - tras bajar a los inocentes- hicieron silencio.
A un costado del altar, una figura apareció vestida de blanco. Elevó sus manos al cielo y habló en un lenguaje incomprensible, del cual ahora no tengo recuerdos. La multitud se sacudió. Supongo que fue en ese momento cuando noté los leños. No pude controlarme, lo acepto. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y, sin dejar de gritar, subí los peldaños que me separaban del rito, en una carrera desenfrenada. Pero fue en vano. A metros de llegar, mis piernas se negaron a seguir... y me derrumbé.
Arriba, los niños fueron atados (¡alos gret Moloc!) y, en el paroxismo de la multitud, los leños fueron prendidos. Vencido, sólo miraba, mientras la muchedumbre, cual homogéneo y morboso ser, comenzaba con su ritual de mutilación.
Asqueado, puse mi atención en las piaras: el fuego ya había consumido gran parte de sus víctimas. Al mirarlas, comprobé que en donde debería haber un grito de dolor, había una sonrisa. Entonces, lloré. Y entendí.
Me sorprendí gritando en un lenguaje sin tiempo, sin memoria: ¡Baal, necom nors trem! Luego, miles de tiempos y formas giraron. Caía. Luché contra todos, y vencí.
Al despertar de mi odisea, me descubrí recostado en el último peldaño de la escalera, parpadeando ante la luz del fuego en el hogar. ¡He regresado!
Aunque, presiento que algo no anda bien. Tal vez sea la sangre en mis manos. No lo sé.
La andanada de imágenes se agolpa en mi mente. Anna en el piso, un cuchillo y mis niñas....
La realidad, si es en ella donde estoy, no puede ser tan terrible, no debe ser tan terrible.
Las he llamado un par de veces. Nadie me ha contestado.
Las sirenas ya rompen la noche.
Me tomaré un momento y releeré algún párrafo. Debo pensar.
Sobre el piso, el cuchillo ha empezado a brillar.

miércoles

Bienvenidas....criaturas

Antes de comenzar, estimado lector, permítame unos pocos consejos. No le robaré mucho tiempo, lo prometo. Pero por esta vez, hagámoslo a mi manera. Será, ya lo verá, más seguro para usted y mas tranquilizante para mi conciencia.
En primer término, debo advertirle que en este espacio encontrará palabras de miedo. Así las cosas, me veo obligado a decirle que no me haré responsable de cuanto ocurra a partir de aquí. Está mal mencionarlo, pero yo le previne.
Humildemente espero (y usted me disculpará) que, si decide continuar, tenga miedo. Espero también que recuerde estas historias cuando quiera conciliar el sueño y que deba comprobar si la luz de la habitación funciona, por lo menos, un par de veces antes de tranquilizarse. Dicho esto, vamos a los consejos:
1. Luego de que caiga la noche, NO lea estas historias. No le conviene. Si después de esto usted aún prefiere hacerlo: tenga en cuenta lo siguiente:
2. Encienda la mayor cantidad de luces posibles. Aunque ello tiene su lado malo también: las sombras.
3. Lea dándole la espalda a la pared (lo más cerca de ella posible) y no se le ocurra hacerlo frente a una ventana. No quisiera que su lectura se vea interrumpida porque siente deseos de mirar continuamente hacia atrás o hacia adelante.
4. No preste atención a los sonidos de la noche. Por lo general son producidos por insectos o animales; o por los elementos que se contráen por el descenso de la temperatura. Sólo en algunos casos son producidos por otras cosas (que no me animo a enumerar ahora) y, en menor medida todavía, estos han tenido que ver con las historias que se están leyendo. Pero ha sucedido.
5. Apague el televisor o la radio si la tiene encendida. Los sonidos tienden a confundirse y ello tampoco le favorece. Es preferible estar prevenido.
6. Cierre la puerta solo con una vuelta de llave. Nunca se sabe cuándo tendrá urgencia de escapar.... es decir, de salir.
7. Luego de leer, y antes de acostarse, por favor, registre debajo de la cama y dentro del armario. Compruebe que no hay nada allí.
8. Al acostarse, cuide bien de que sus extremidades se mantengan dentro del perímetro de su cama. Y, si es de moverse mucho de noche, procure que las sábanas y acolchados se encuentren debidamente sujetos debajo del colchón. Esto también tiene un lado malo: si necesita levantarse de manera precipitada no podrá hacerlo y quedará indefenso...usted perdone, enrededado
9. Deseche las cruces, las estampas, las estacas y el agua bendita. No le servirán. Para que sean útiles usted debe tener fé en su poder...y le podría asegurar que no tiene la suficiente (o, ¿por qué esataría leyendo esto entónces?). Solo tenga a mano, si usted es creyente, una buena oración. Aunque, si algo ha de suceder, no creo que sea de mucha utilidad.
Ruego siga estos simples consejos. En verdad sirven, aunque no son infalibles ni mucho menos si algunas de esas cosas decide ir por usted.
Ahora bien, he invitado a algunos amigos, afines como yo a esta clase de historias, a que nos visiten de vez en cuando para dejarnos algunos relatos. Espero sepa comprender...y temer.
En fin, lo invito a pasar. Deje un poco de claridad y cordura detrás.
Adelante...bienvenido a la oscuridad.